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La encrucijada de la vocación: ¿qué debo hacer con mi vida?

Cada vez que empiezo a tratar algún tema relacionado con el trabajo, acabo aterrizando en el mismo sitio: la encrucijada de la vocación. Un trabajo con sentido debe tenerlo para quien lo ejerce y una empresa buena debe serlo, antes que nada, con las personas que trabajan en ella.

Reconozco que este tema me genera un poco de angustia. Yo mismo me encuentro todavía en la búsqueda de mi propia vocación (si es que existe) y cada vez que escribo o leo del tema, descubro lo poco que sé realmente al respecto. Esta certeza de la propia ignorancia, que puede ser incómoda cuando tienes 20 años, resulta realmente abrumadora cuando te acercas a los 40 y llevas 20 años trabajando.

Ponerse a buscar un trabajo con sentido para uno mismo supone asomarse al pozo de una crisis existencial. Es difícil emprender la búsqueda sin preguntarse de vez en cuando cosas como: “¿quién soy yo realmente?”, “¿qué es lo que quiero (o lo que necesito) de verdad?”. Es decir, el tipo de preguntas con efectos secundarios.

La vocación es un tema omnipresente y, al mismo tiempo, prácticamente invisible. Es fácil iniciar una conversación profunda a partir de este tema y, al hacerlo, me he encontrado con que todo el mundo tiene su propia teoría al respecto. Eso sí, encontrar a dos personas con teorías idénticas es una tarea complicada.

¿QUÉ DEBO HACER CON MI VIDA?

Para abordar el tema , decidí recurrir a los libros. Pronto me vi nuevamente sobrepasado. Vivimos una época donde abundan los manuales que prometen guiarnos en el camino al reino de Oz que es la vocación. Al mismo tiempo, quería abordar el tema con una mente abierta y eso implicaba asumir el menor número de cosas, empezar realmente desde cero: ¿existe algo así como el trabajo ideal para una persona para el que, de alguna forma u otra, estamos predestinados? No tengo ni idea, pero quiero descubrirlo.

Por ese motivo, descarté en primera instancia todos los libros de coaches, psicólogos e incluso de aquellos que afirman haber encontrado ellos mismos la fórmula del Santo Grial: alguien que vive de la vocación difícilmente la pondrá en cuestión.

El libro que elegí es What Should I Do with My Life (Qué hago con mi vida, en la versión en español) de Po Bronson porque abordaba la cuestión de la misma forma que yo me había planteado hacerlo: preguntando a tanta gente como fuera posible.

“Qué hago con mi vida” recoge unas 50 historias extraídas de entrevistas a más de 900 personas. Una de las cosas realmente interesantes del libro es que no es un compendio de historias de éxito sino que recoge también varios fracasos. En lugar de tratarse de una apología de la vocación, refleja simultáneamente muchos de los miedos y obstáculos con los que yo mismo me estoy encontrando y que parece que muchos compartimos. En el camino, algunos consiguen superarlos y otros no.

La sensación de culpabilidad o de impotencia son grandes barreras en esta búsqueda y hay preguntas que aparecen con más frecuencia de lo que yo habría pensado: ¿soy egoísta por querer encontrar un trabajo que me llene? ¿soy un iluso y un soñador por hacerlo? ¿no debería estar feliz por tener simplemente un trabajo y ya está? Si alguna vez te has preguntado algo parecido, parece que no estás solo/a.

¿EN QUIÉN TE CONVIERTE TU TRABAJO?

Afortunadamente, en la vida hay muchas más fuentes de sentido además del trabajo y la búsqueda de la vocación no es para todo el mundo. Aquellos que sentimos su punzada, difícilmente nos libramos de ella. Seguramente porque la búsqueda de la vocación no es más que una especie de viaje de descubrimiento de nuestra propia identidad.

“Personas que habían pasado por mucho afirmaron que cambiaron su vida, o ganaron en claridad, cuando tomaron conciencia del tipo de persona les estaba convirtiendo un cierto trabajo/industria/ estilo de vida. Así que la pregunta relevante no es qué vas a hacer sino en quién te vas a convertir”.

Dedicar una parte importante de nuestras vidas a hacer algo no es inocuo. Aquello que hacemos acaba convirtiéndose en una parte de nosotros mismos, de cómo vemos y nos relacionamos con el mundo. Seguramente eso hace que el camino hacia la vocación sea más complicado de lo que parece porque, con lo que sé hasta ahora, diría que para encontrar la vocación no basta con cambiar de trabajo, también es necesario cambiar uno mismo.

ROMANCE Y TRABAJO

Una forma de describir la vocación quizá sería: el trabajo al que amas. Quizá por eso, la búsqueda de la vocación presenta muchos paralelismos con la búsqueda del amor. Uno de ellos es la creencia en la predestinación, de que hay una persona o una actividad que el destino nos ha reservado y que nos espera en algún lugar. Nuestro trabajo consiste en encontrarla y, después, el mundo se iluminará y todo será maravilloso: “Y vivieron felices y comieron perdices”.

Pero parece que el cuento no funciona así. Po Bronson, dice que en todas sus entrevistas no encontró a nadie que hubiera experimentado una epifanía. Más bien, aquellos que acaban encontrando su sitio lo hacen a través de un camino en el que deben enfrentarse (y liberarse) de sus preconcepciones y sus miedos.

El enamoramiento es el periodo en el que todo es maravilloso y que no necesariamente conduce al amor. A veces tenemos que pasar por muchas relaciones para conocernos y entender que el amor va mucho más allá de un estado extásis permanente: si el amor es aceptar plenamente a quien amamos, con sus carencias y sus faltas, la vocación tiene una cualidad similar:

“(…) Hay muchos malentendidos. [Quienes han encontrado su lugar] No están siempre felices, ni satisfechos, ni entusiasmados. No se trata de un éxtasis. Todavía sigue pareciendo un trabajo, es duro, pero los lunes nunca llegan demasiado pronto. Lo perciben como su propósito en la vida – por ahora. No sueñan despiertos con vivir una vida diferente. Su gusto o disgusto por su trabajo no pende de lo que ha pasado ese día, ni siquiera ese mes. No están siempre comparando en su cabeza su vida con cualquier otra vida imaginada. Quizá, esto es la cosa que mencionan más frecuentemente – la charla mental se detiene por sí misma, sin necesitar una orden o meditación para parar.”

Es decir, encontrar la vocación significa encontrar una actividad en la que creemos y que nos permite expresarnos y desarrollarnos como somos, con nuestras limitaciones pero también con nuestras capacidades. Exactamente igual que en una relación amorosa saludable. Es eso y nada más es lo que nos permite dejar de dudar. La excitación y las recompensas fáciles dejan de ser importantes y se convierten en un simple sucedáneo al lado de una actividad que nos proporciona mucho más: propósito, significado y realización.

Publicado en Artículos

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