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El sentido en el trabajo

Este es un artículo interminable. Cada vez que lo escribo, encuentro una nueva charla, artículo o libro sobre el sentido en el trabajo. Con cada nueva información, me siento tentado a reescribir completamente lo que tenía. Por eso, he decidido que lo mejor es convertir este artículo en una serie de posts. El tiempo y la voluntad ya dirán hasta dónde estoy dispuesto a llegar con este tema.

Desde hace años, llevo buscando que mi trabajo sirva para algo más, que tenga sentido, que contribuya a mejorar el mundo aunque solo sea un poquito. Eso me ha llevado a abandonar empleos en numerosas ocasiones, a menudo, en momentos en los que tenía la posibilidad de progresar.

Hasta ahora, esa voluntad ha sido bastante estéril: he pasado por numerosos trabajos y muchas decepciones. He pasado del pragmatismo, a la ingenuidad, al cinismo y a la impotencia y casi nada hasta ahora me ha servido para encontrar lo que busco.

LA PRUEBA DE LEVANTARSE POR LA MAÑANA

Aunque no seamos conscientes de ello, cada día nos levantamos por algo. Cuando empezamos a preguntarnos con frecuencia “¿para qué voy a levantarme?” es que algo anda mal y es momento de preguntarse qué es.

Varias veces en mi vida me he levantado para ir a trabajar por la mañana sin ganas de hacerlo: la excitación de los primeros meses y la sensación de estar aprendiendo algo interesante se había desvanecido. En su lugar, quedaba únicamente un difuso malestar existencial: “¿para qué sirve lo que estoy haciendo?”.

Para bien o para mal, nunca he tenido la sensación de carecer de opciones. Nunca he creído por mucho tiempo que tenía que hacer algo porque no había otra alternativa. Seguramente por esa razón, nunca he podido conformarme del todo con lo que he hecho y, por el mismo motivo, poder pagar el alquiler nunca ha sido razón suficiente para trabajar.

CÓMO FUNCIONA EL TRABAJO

La mayoría trabajamos por el vanal pero importantísimo hecho de que necesitamos dinero. Es a través del trabajo que convertimos nuestro tiempo en el dinero que nos permitirá adquirir y mantener aquellas cosas que necesitamos (un techo, comida…) o que creemos que necesitamos. El trabajo no es ningún lujo, ni siquiera una opción, sino que es prácticamente un requisito indispensable para funcionar normalmente dentro de nuestra sociedad.

El trabajo funciona bajo el siguiente principio: es necesario convencer a alguien de que nos dé una parte de su dinero a cambio de nuestro tiempo, nuestro esfuerzo y nuestro conocimiento que utilizaremos para desarrollar una tarea o actividad.

Que esa actividad sirva realmente para algo es completamente irrelevante: basta con que quien tiene dinero y va a pagar por ella crea que nuestro trabajo tiene algún valor. La utilidad o el sentido de lo que hacemos queda completamente fuera de la ecuación.

Lo malo es que los humanos llevamos milenios de experiencia creyendo cosas estúpidas todos los días. Por lo tanto, de la misma forma que nuestras creencias nos llevan en ocasiones a conclusiones de lo más absurdas, este modelo genera de la misma forma trabajos absolutamente idiotas (o bullshit-jobs como los denomina el antropólogo David Graeber).

Lo contrario también ocurre: existen actividades, algunas incluso esenciales para nuestra existencia, que ni siquiera son consideradas como trabajos porque le otorgamos poco o ningún valor.

LA CUESTION DEL SENTIDO

Cada vez que nos enfrentamos a la cuestión del sentido, nos encontramos con un problema difícil de resolver. Al fin y al cabo, ¿qué narices es el sentido? ¿y quién tiene la autoridad para decir que un trabajo tiene sentido y otro no? Incluso me atrevería a ir más allá: ¿es necesario que un trabajo tenga un sentido?

El sentido es un término tan abstracto y en ocasiones tan subjectivo como la felicidad misma. Y de la misma forma que parece que perseguir la felicidad es el camino más directo para alejarse de ella, quizá buscar el sentido del trabajo sea igualmente inane.

El sentido puede entenderse de varias formas. Para evitar perderme demasiado en cuestiones filosóficas, yo entiendo “un trabajo con sentido” como un trabajo “con lógica” o que “es razonable”.

Un trabajo puede tener sentido a escala personal porque nos permite cuidar de nosotros y nuestra familia, pero perderlo completamente si resulta que esa actividad lleva a degradar y destruir recursos que son indispensables para la vida misma. En nuestra sociedad, abundan los trabajos de este tipo que nos conducen a una auténtica tragedia de los comunes de escala global. Para mantener nuestro sistema económico, estamos agotando y erosionando nuestro ecosistema – mucho más importante que el dinero para nuestra supervivencia.

Basta con preguntarse “¿qué pasaría si todo el mundo hiciera exactamente el mismo trabajo que yo?” para obtener una idea más o menos clara de qué tipo de tarea estamos acometiendo. Hay profesiones que, en su conjunto, nos ayudan a progresar y a crear un mundo más equilibrado, saludable y pacífico; otras, más bien lo contrario.

EL SENTIDO EN EL TRABAJO

Aparentemente, los seres humanos somos seres de sentido. Todas las religiones del mundo tienen sus cimientos en la gran pregunta de la humanidad: “¿para qué sirve vivir?” y los humanos llevamos siglos muriendo y matando por creencias que dan sentido a nuestra existencia. Por lo tanto, no es extraño que, en las sociedades donde el trabajo sirve para algo más que meramente subsistir, esté aflorando la cuestión del sentido con fuerza notable.

En las últimas décadas, han aparecido varios intentos de estructurar la búsqueda del sentido en el trabajo: la logoterapia, la aplicación Pirámide de Maslow al entorno laboral o la teoría de los dos factores de Herzberg son algunos de los más conocidos. Más recientemente, el sentido en el trabajo ha cobrado nuevamente vigencia debido a su importancia como elemento de motivación. Daniel Pink, explica en su libro “La sorprendente verdad sobre qué nos motiva” como la psicología está poniendo de manifiesto algo que, en retrospectiva, parece evidente: una vez cubiertas nuestras necesidades básicas, tendemos a trabajar más duro (y mejor) cuando creemos que aquello que hacemos tiene sentido.

Son muchas las empresas que, a lomos de esta revelación, buscan dotar de sentido a su actividad dándole un significado transcendente. Y aquí precisamente es donde se encuentra el mayor reto: discernir aquellas actividades que utilizan el sentido como medio para incrementar sus rendimientos económicos de aquellas que tienen el sentido como un fin en sí mismo.

El sentido se está popularizando como herramienta de productividad. Sin embargo, tengo la intuición de que la búsqueda del sentido del trabajo va mucho más allá. Primero, porque el trabajo tal como le entendemos actualmente vive tan obsesionado con “crear valor” que ignora – y en ocasiones incluso destruye – lo realmente valioso. Mucho más importante que eso: el mundo que dio lugar a los trabajos actuales está dejando de existir. En el mundo en el que vivimos y al que nos dirigimos es muy probable que muchos trabajos, tal como los entendemos hoy, carezcan completamente de sentido.

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