Que anhelada etérea rosa brote
en una montaña de dorada nieve
y el celeste marco la corone
mientras la acaricia una brisa leve.
O que Venus, cual de lílea mano,
de la cándida espuma renazca
del inmenso reino turquesa, manso,
de diez mil nereidas acompañadas.
Y que reluzcan sol y luna juntos
y cieguen al cielo y las estrellas
que tan sólo serán vanos insultos
vanos intentos de emular tu belleza.
(23 de junio de 1995)
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