Acariciando el templo de sus deseos
se despereza.
Recorre su mejilla un cálido suspiro
el de aquello que nunca fue
(o quizás fue)
y los desvaríos de una noche atormentada.
El frío recorre sus pies
soñando que ha soñado
que nada era todo
que todo lo era todo
en un camino que nunca conoció
más que en los cosquilleos de sus entrañas
y que hoy desprende olor de añoranza
por un día eternamente a tocar de mano
que, quizá, sólo viva en sus lágrimas,
en el sonido de sus pasos,
en la estela de sus risas
o en el rastro de sus caricias.
Se levanta y atraviesa levemente
el silencio de su cuarto,
alejándose del rincón donde sus silencios
se tornaron esencia de alma.
14 de julio de 1998
hermoso…y cuanto me afecta en estos momentos