Veo mi sonrisa reflejada
y hoy, como siempre, lloro.
Lloro una lágrima eterna
congelada en gotas de tiempo, lloro.
Oigo mi risa fluir y disolverse,
la oigo retorciéndose en mi pecho y lloro.
Lloro con lágrimas hechas de suspiros, lloro.
Camino y, en el vaivén de una rama,
adivino el infinito y lloro,
con el corazón atado al infinito lloro.
Levanto la mirada , el sol me dice adiós,
y sus rayos se transforman en lágrimas.
«Sí» – me dice- «en cada ocaso y con cada amanecer,
tras el velo de turquesa incenciado,
lloro siempre,
lágrimas de fuego, lloro».
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