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Punto de inflexión

Abrir los ojos en una cama ajena y darte cuenta de que en ese momento te despiertas, no del sueño de una noche, sino del flujo de los últimos tiempos. Apenas mientras te agachas para vestirte sientes que has cambiado un poco de nuevo. Un brillo ligeramente distinto en el fondo de tu mirada, un andar un tanto más reflexivo, la respiración otra vez un poco más agitada. Te giras alrededor y ves una cama y unas paredes blancas de asepsia y ningún reloj. Por primera vez en algún tiempo buscas con ansia un reloj que te ancle a la realidad y te retorne a la cotidianidad. Pero lo encuentras y es un reloj que no te crees. Entonces te das cuenta que el tic-tac falso no es el del reloj, sino el de tu corazón.

Te preguntas si te has vuelto a engañar, pero sabes que no. Buscas remordimientos pero no los hay, buscas el vacío de otros tiempos y de eso sí que queda un poco, buscas arrepentimiento y no te queda. «No es eso» te dices, y descubres simplemente que ya no quieres las mismas cosas que ayer. Que si la noche pasada todo era aventura, el río que nos arrastra y el sol que nos quema; hoy todo eso suena mucho menos atrayente. Porque ese ya no eres tú. Y porque te das cuenta que la mujer con la que te fundiste era cualquier mujer, era todas esas tantas mujeres que alguna vez fueron. Y descubres que justo en ese momento, cuando te veías como un ser doble entre las sábanas y las respiraciones pero también fuera de ti y cínico porque te dabas cuenta de que ya habías estado allí y que todo era igual y que no cambiaría, en ese momento, tú estabas mudando la piel de tu alma sin enterarte.

Después prestaste unos abrazos que no eran los tuyos sino los de otro que ya no estaba. Tú lo sabías y después aprovechaste la excusa ajena para querer huir. Pero no te dejaron. Las palabras duras pasan tantas veces desapercibidas al principio… «déjame, no hay problema, a mi me va bien… yo entiendo» «no, no está bien, no es así, no es correcto» «¿por qué? me da igual» «porque no es problema, en serio… porque acabamos de follar». Esbozas una sonrisa que se revela ahora en máscara. Y la máscara y la piel del alma se hicieron añicos por la noche, para devolverte con la mirada cambiada a una mañana intemporal y aséptica, para traerte al día vuelto del revés y con el tic-tac del corazón desacompadado. Te metes en tu ropa pero ya no eres ese tú. Te miras en el espejo, y ves las sombras de una noche demasiado corta y el eco de unos sueños demasiado extraños. Sales del baño, te excusas, te vas, huyes.

Pero el yo pertinaz del que tu escapas, te encuentra pronto en la calle, y te dice «tú y yo tenemos una cuenta pendiente». Y tú cedes y no te resistes porque sabes que el yo y el invierno reclaman su señorío y que es su turno.

Publicado en Poesías

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