Hoy me vuelvo del revés y me digo ‘Mierda’, de nuevo hasta el cuello de la misma porquería y odio y rabia y desesperación que no sé de dónde vienen y no puedo llevar a ningún lado, a ningún vertedero. Mierda que me trago y que algún día reventará de la peor manera, salpicando a mil millas a mi alrededor. No es bueno, no, esto no puede ser bueno. No puedo gritar, siempre me faltan fuerzas y hoy escribo porque el papel acalla mis quejidos.
Quiero reventar el mundo entre mis manos quiero explotar, explotar yo mismo, que este sufrimiento injustificado se desintegre conmigo. Que este dolor injusto se volatilice. Será que mi cuerpo, mi habitación, mi mundo me pesan demasiado… volar, sentirme ingrávido, despreocupado, alejado de mí, alejado de tanta porquería… la siento hasta las cejas y hay días que no me deja respirar. Grosera maledicencia que me retuerce, que me atrae dentro de mí, que me vuelve el centro único y denso e insoportable de este maldito universo. Todo tan vacío y tan insoportable… todo tan putrefacto e irrespirable.
¡Joder arrancaos los ojos! Edipo tuvo al menos ese detalle. Él era un cobarde honesto. A nosotros nos gusta más ignorar que nuestro regocijo es la desgracia, es la muerte, es el desastre, la violencia, la violación, los violines rotos malsonantes. Girad la cabeza, pero aún seguiréis teniendo ojos y, con algo de desgracia, inteligencia para entender lo que pasa delante de ellos todos los días. Ahorraos el sufrimiento ajeno porque mientras tanto yo pienso disfrutar sufriendo por los demás, retorciéndome mientras las ratas roen mi vientre mientras los gusanos laceran mi corazón. No, ¡nadie puede soportar todo el dolor del mundo! A veces lo he visto entre tinieblas, lejano y deforme y su recuerdo me corroe, me desgarra el cráneo siempre con una cuchilla de afeitar.
Locura no me es desconocida, todavía nos miramos a los ojos, jugamos la misma partida y aún no me gana, pero cada día aprende más. Algún día seremos el mismo cuando el juego esté acabado y entonces el Destierro, los ojos sudorosos que miran al cielo me serán indiferentes. La ambigüedad será más liviana, los pútridos muros de soledad que nos rodean serán más invisibles. ¡Bah! Bobadas, yo ni tan sólo soy un cobarde honesto.
Colonia (Lindenstr.), 28 de Octubre de 2001
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